Muchas veces, un libro (y en el caso de la novela gráfica es mucho más
razonable) puede engancharte sólo con la portada. En mi caso fue lo que me
ocurrió con el Sandcastle de Frederick Peeters, aunque reconozco que ir más
allá de la prometedora ilustración de la bañista invertida no resultó ninguna
decepción. El baño en cuestión sumerge al lector en un relato aparentemente
costumbrista en principio pero que penetra de inmediato en la ciencia ficción y
el terror existencial. Lo hace partiendo de un argumento simple y prometedor,
así como de un escenario-cárcel: una playa recóndita. La misma cala que el
autor Pierre Oscar ideó a partir de un viaje al norte de España e inspiró
íntegra esta historia, que escribió para Peeters; el lugar donde quedan atrapados
un grupo de personajes aleatorios, diferentes, sin nada en común más que su
fortuito destino.
Una de las primeras cosas a valorar es el acierto del dibujo, un
dibujo que “evoluciona”. Si ya es difícil hacer envejecer a un puñado
heterogéneo de personajes en la literatura, más lo es en el cómic, eso es
seguro. En una trama en la que los personajes, de cualquier edad o sexo, se
precipitan sin quererlo (claro, quién puede quererlo) hacia la vejez y la
muerte, la evolución física es todo un reto en este caso bastante bien
conseguido. Resulta admirable. Los niños se desarrollan; los adultos se
arrugan; aparecen pechos y vello y calvas; todos acaban adentrándose
inevitablemente en la vejez sin perder sus características físicas, y el
escenario playero de desnudez facilita mostrar todo este desarrollo, a dios
gracias, libre de pudores o mojigatería. Es una empresa muy
arriesgada, con un resultado brillante.
Otro punto fuerte es el guión. Encarrila la historia, este cuento de
ciencia ficción sin ovnis, de forma sublime. Resultan verosímiles la forma
fortuita en que se conocen los personajes, el clímax –inmejorable- en el que
van apareciendo las primeras señales de la anomalía (la muerte del perro,
escena inquietante y perfecta), el descubrimiento de la misma, el crecimiento de la
tensión… También, y es otra de las piezas clave, son muy creíbles las
reacciones, muy diferentes, de cada personaje frente a la muerte: el
terror, la huída, el autoritarismo, la reflexión, la desinhibición sexual, el
horror por la decadencia física, el carpe diem…
De entre todos los temas que Sandcastle toca el principal es el de la
muerte, la pequeñez del ser humano (acertadísimo el título y su simbología).
Resulta entonces muy apropiado el escenario: la playa inmutable, el
“microcosmos” o pequeña sociedad occidental, un lugar que no varía mientras que
el ser humano sí va cambiando, que muestra la relación desigual entre el hombre
y la naturaleza… cuyo final, cómo no, es la desaparición del propio ser humano, sin drama, sin huella alguna.
Sandcastle
Frederik Peeters y Pierre Oscar Lévy
Frederik Peeters y Pierre Oscar Lévy
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